ECOS
DE LA
“QUINTA DEL OLVIDO”
ESCRITOS POR
Eduardo Sánchez
Camacho.
CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.
1905 – 1906
[UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN, CAPILLA
ALFONSINA, BIBLIOTECA UNIVERSITARIA, UANL; FONDO EMETERIO, BIBLIOTECA VALVERDE
Y TELLEZ, 012040, 48087, 1080023165]
(Nota del Editor: En esta versión todas las
erratas (contenidas en dos hojas al final del original) han sido corregidas en
el texto, y se ha dejado un poco del español antiguo; al parecer, lo publica el
mismo autor; la paginación aproximada (v.gr., —1—) se ha conservado, evitando que las frases queden
truncas.
Nexos electrónicos:
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Referencia: Eduardo Sánchez Camacho. Ecos de la
“Quinta del Olvido”. Ciudad Victoria, 1905-1906:42 p.).
—1—
Introducción
Vivo dentro
de cuatro paredes de piedra y cemento mexicano ó mezcla de cal y arena.
Las paredes
son elevadas, y, por su material, duras. Chocan con esas paredes sonidos fuertes
y molestos.
Estoy
separado completamente de la sociedad, política que, por razones que el tiempo
dirá, me ha desechado y hasta injuriado por medio de los órganos de su prensa.
Estoy
separado de la sociedad religiosa, porque
yo mismo me separé del romanismo;
y sus adeptos
aquí, que se decían mis amigos, me odian
y desean mi exterminio.
Las
asociaciones religiosas en mi país, que no son romanistas, son más bien
filosóficas que religiosas; ó más bien enseñan su religión respetando la razón,
que sujetándola á dogmas; y para ser filósofo no se necesita ser religioso.
La sociedad
civil aquí, como sucede casi en todo mi país, está sumisa á la política, y
creo, ó mejor dicho, veo y siento que nada tiene que ver conmigo.
Vivo
aislado completamente, en consecuencia de lo dicho, y solo los ecos de mis
muros me hacen fijarme en algo que suena mal á mis oídos.
—2—
Para
responder á esos sonidos tengo necesidad de usar el argumento que los
estudiantes llaman ad hominem ó usar
de las armas mismas que contra la verdad esgrimen sus enemigos.
Por esta
razón dispensarán los libre-pensadores, á quienes sinceramente pertenezco, que
use de testimonios bíblicos ó de los llamados Santos Padres.
II
Ni de la
sociedad política, ni de la civil quiero ocuparme.
Las sociedades
religiosas que no son romanistas, ni tienen que ver conmigo, ni yo tengo que
ocuparme de ellas.
La iglesia
romana es la que me ha sacrificado, y de la que tengo que hablar, si hablo de
ecos ó de religión.
Esa
sociedad romanista me metió á su gremio contra mi voluntad, porque dijo, quien fué su instrumento, que yo le sería muy útil.
Ese
instrumento de la iglesia romana, que me sacrificó, no fue mi único antiguo y
sabio Prelado el Ilmo. y Santo Sor. Don Pedro Loza, sino el Rector del Seminario
de Sonora que estaba en Culiacán.
Serví
cuarenta años á esa iglesia romana, siempre con aprobación y elogios de mis
superiores.
Vine de
Obispo á Tamaulipas y aquí se eclipsó mi estrella.
No creía ni
creo en la Aparición de la llamada Virgen María en el Tepeyac.
Jamás apoyé
ni protegí á un clérigo indigno; y cuando fui Obispo, perseguí á los clérigos
hipócritas, a los inmorales é indignos, como al criminal más vulgar, sin creer
ni sostener el falso principio de que son los ungidos del Señor, y de que, por
eso, nadie puede castigarlos ni tocarlos siquiera.
Juzgo y
siempre he creído que un mal clérigo, es el reo más digno de los mayores
castigos corporales, porque su crimen es superior al de los simples fieles ó
creyentes.
—3—
III
Mis ideas
expresadas tocaron las fibras de un émulo mío que tenía influencia en Roma y en
el clero mexicano, y trabajó contra mí.
Esas mismas
ideas sirvieron á otro alto dignatario eclesiástico, que quiso dominar al clero
de México, y á México mismo, para perseguirme y desprestigiarme.
Lo de mi
escepticismo guadalupano irritó, indignó en sumo grado al Obispo y Cabildo de
Puebla, que me amenazaron con la inquisición romana. Tengo sus comunicaciones
que á su tiempo se publicarán.
El Obispo
de Puebla era Abogado y juzgo que su cabildo, en que figuraba el actual
Arzobispo de aquella Ciudad, que firma la comunicación de su Corporación, era
algo ilustrado.
¿Cómo
pudieron esos Señores amenazar á un mexica-no con los juicios de la inquisición
Romana? Nuestras leyes son claras y terminantes, y un mexicano se ríe de la
institución inquisitorial de Roma.
Pero todo
eso me puso en contra á Roma y los suyos, y vino en mil ochocientos noventa y seis
un enviado del Papa, llamado Nicolás Averardi, con
instrucciones expresas de quitarme mis ideas.
Este hombre
fue quien me hizo separar de Roma y los suyos, y á este hombre lo ha pintado
con negras tintas el Obispo actual de San Luis Potosí.
Este
enviado de Roma, que se llamaba Visitador Apostólico, salió del país, después
de algún tiempo, sumamente desairado.
Pasaron
algunos años, y el pasado vino otro enviado del Papa, un fraile benedictino
llamado Domingo Serafini, que, como buen fraile solo se ocupó de comer, beber,
pasearse y recibir ovaciones y regios presentes, hasta que los tapatíos, con un
Arzobispo ignorante y pretencioso, le dieron naranjazos.
Esto bastó
para que el frailecito se asustara tanto, que casi de incógnito volvió á México
y se marchó á
—4—
Roma sin
librarse de algunos silbidos que recibió por Yucatán.
¡Qué poca
energía y qué falta de abnegación en los que llaman falsa y sacrílegamente
ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios!
¡Qué poca
dignidad ó qué bajeza tan grande la de los Prelados Mexicanos que fomentan con
su conducta la de los enviados del Papa!
Estos son
los antecedentes de los ecos que esta Quinta produce en la actualidad, y que
ocupan al que la habita.
Ecos
primeros.
Después de
lo dicho en la introducción, sonó en estos muros la especie de que venía un
tercer enviado del Papa, con el carácter de delegado suyo, y cuyo nombre es
José Ridolfi.
Expresó el
sonido que Monseñor Ridolfi, era Ilmo. y yo, que he
sido Obispo, no sé hasta ahora en qué consiste ese Ilmo. de quien ni siquiera
es ilustre.
Dijo el
sonido que el Sr. Ridolfi era Digmo.,
y así se llaman los Obispos todos, aunque sean ebrios, libidinosos, avaros
etc., porque el derecho canónico enseña que el Episcopado es el grado mayor de
perfección cristiana.
El
tratamiento de Excelencia ó Excelentísimo que se da á ese enviado del Papa, es
recuerdo de lo que fue y de lo que quiere ser el Papado.
—5—
El expresado Ilmo., Digmo.
y Exmo. Don José Ridolfi entró al país por el ferrocarril Nacional, y sin
ser sentido de nadie, ni admitir manifestaciones públicas, como Averardi y Serafini; y se dijo que ni bendiciones quiso dar
públicamente.
Esta
conducta del enviado de Pió X pudo interpretarse por ánimos perversos como temor á los naranjazos tapatíos y silbidos
yucatecos, pero los ánimos bien dispuestos, como el mío, Eduardo Sánchez
Camacho, creyeron otra cosa, y se equivocaron ó nos equivocamos.
Pió X, al
subir al llamado trono pontificio—Cristo no tuvo más trono que la Cruz—dio su
primer Encíclica para restablecer todo en Cristo: "Instaurare omnia in Cristo" fue el nombre ó título de esa
Encíclica.
Creímos los
Cándidos que Monseñor Ridolfi procuraría realizar la
idea papal, y que, él con la modestia y humildad cristiana trabajaría por
restablecer las costumbres cristianas en el clero y en el pueblo.
Creímos los
Cándidos que Monseñor Ridolfi no quería reino, ni
honores ni riquezas en este mundo, sino que daría al Cesar lo que es del Cesar
y se conformaría con la segura posesión de Dios, después de esta vida.
Creímos los
Cándidos que se establecería en México la religión Cristiana, quitándonos la
Castellana que en mala hora nos trajeron los conquistadores en el siglo quince
y dieciséis.
Los Cándidos
creemos ó sabemos, porque no creemos en nada que no sea claro como la razón,
que !a religión Cristiana es la natural, y que esta es
benéfica al hombre y á la Sociedad; y creímos que se llegaba el día de tener
ese bien. ¡Qué errados anduvimos!
Monseñor Ridolfi llegó á México y se encontró con un sacerdote
italiano Cerreti, que era su secretario, que había hecho
ya su fortuna en México, como secretario de Serafini y como encargado de la
delegación Apostólica.
Ese Cerreti había recibido los naranjazos de Guada-
—6—
lajara, pero el amor al dinero lo hace abnegado é
indiferente á los desaires.
Ese Cerreti sabía y sabe que el Clero mexicano, más inmoral que
todos los del viejo mundo, es generoso, conoce e1 modo fácil de hacer dinero, y
proporciona el modo de adquirirlo, si no lo da en abundancia.
Ese Cerreti sabía y sabe que la idolatría del pueblo mexicano
es muy productiva de dinero.
Todas estas
lecciones las aprendió luego Monseñor Ridolfi, y como
buen clérigo italiano y adorador de Mamón y de Baco y de todo el Olimpo Griego,
prefirió el gozo á la vida difícil del cristiano ¡y á gozar dijo! y á gozar se
fue.
Primero comenzó
por el pulque, buenos vinos, chalupas y demás golosinas de los pueblos del
Arzobispado de México, que le dieron también buen dinero y le hicieron
manifestaciones públicas contra nuestras leyes.
Vino luego
el creso de Morelia y le dio ¡cuántas y cuán buenas cosas! Fue tanto lo que allí
gozó Su Excia. Ilma., que no pudo menos de publicar
una manifestación solemne de su gratitud ¡Poderoso caballero es Don dinero!
Después de
esto lo invitó el creso de Puebla ¡Cuánto y cuán bueno
encontró allí su Excia. Ilma.!,
pero Cristo quedó por los suelos.
Ahí dejo á
ese Sor. Delegado para ocuparme de él otra vez, cuando nuevos sonidos hieran
estos muros.
Algo siento
de emulación y envidia, y hasta me dan ganas de volver á ser Obispo, al ver lo
bien que comen, beben y se divierten los Sres. Arzobpos.
y Obispos de México en compañía de Su Santidad ó de
sus Exmos. Delegados.
Yo estoy
reducido á un censo que con trabajo pude consignar sobre unas fincas que vendí
al finado Sor. Don Filemón Fierro y Terán.
Esas fincas
valían cuarenta mil pesos y las vendí por dieciocho mil porque no pude
conseguir más del Ilmo.
—7—
comprador,
y no quise crear dificultades á su administración.
Dejé el
capital gravando las fincas y en ellas se consignó el miserabilísimo
censo de doscientos pesos mensuales, que son insuficientes para mis necesidades
de viejo y naturalmente enfermizo, y para las de los pobres verdaderamente
dignos, que aquí se acostumbraron á verme como á su Providencia.
Los
cincuenta ó cuarenta mil pesos que gasté en esta Iglesia Catedral, ni se me han
pagado ni reconocido.
Los ochenta
mil pesos de mi congrua, durante los diez primeros años de mi administración de
este Obispado, que nada tenía antes de formar yo su Hacienda, ni se me han
pagado, ni reconocido.
Compré en
Guadalajara una casa para alojar en ella á las dispersas monjas Capuchinas. Por
manejos del Secretario del Ilmo. Sor. Loza, Don Florencio Parga
extendí en favor de este Señor, aquí en Victoria, escritura de venta de dicha
casa, que en estricta justicia era y es mía.
En esa
escritura expresé que el precio se me había satisfecho, por respeto y atención
al Santo Señor Loza, por quien yo habría dado la vida.
Ni el Sor. Parga ni mucho menos su ignorante y pretencioso Prelado
actual me han pagado ni reconocido ese capital; porque parece que solo saben
dar ocasión de que los delegados del Papa reciban naranjazos.
Después de
esto puede juzgarse de la razón de mi emulación y envidia de los que comen,
beben, y se divierten por mayor; y si se juzga que no tengo razón, dejaré de
ser envidioso y que coman y beban y gocen los que son menos Cándidos que yo.
II
Repercutió
aquí también que el Episcopado Mexicano reprobaba mi conducta de separación de
Roma y los suyos.
Esto es tan
claro como la luz meridiana. Se cree
—8—
que el
Papa es el centro de la unidad Católica, como se llama falsamente la Iglesia
Romana; y se cree que sin esa unidad no se puede ser. ¡Error garrafal y patente
á todos los que quieren ver!
¿Qué unidad
es esa que se quiere conservar con el Papa? ¿Es la unidad de religión? Hay
centenares de religiones en el mundo que no reconocen al Papa.
¿Es la
unidad de fe? ¡Cuánta discrepancia existe entre la fe de los romanistas en los
Estados Unidos de Norte América y los de México!
¿Qué fe es
esa que necesita unión con el Papa? ¿Es la fe de nuestros indios? Ciertamente
no. Nuestros indios son idólatras, y con conservarles sus ídolos con los
nombres de vírgenes ó santos, hacen ningún caso del Papa.
Si esto es
lo que quieren los Obispos romanistas en México, hagan la prueba; fomenten el
culto que profesan sus indios y su gente del Pueblo, sáquenles cuánto dinero
puedan, sin dar nada al Papa y á sus delegados, y verán como subsisten ricos é
influentes sin necesidad de nadie ó sin necesidad del Papa.
El papado
el día de hoy solo es un charco hediondo y miasmático, formado por los residuos
de los torrentes de sangre y lágrimas que causaron todas las usurpaciones y
despojos de tronos, bienes, honor y fortuna, en la edad media. El papado es el
estanque hediondo miasmático y mortífero, residuo de todos los absolutismos, de
todos los despotismos, de todas las tiranías, de todas las guerras injustas, de
todos los asesinatos, de todas las víctimas inmoladas en hornos u hogueras, de
todas las calamidades y desgracias que como torrentes inundaron á Europa en la
edad media.
Tiene que
acabar esa institución, por más que los Obispos Mexicanos quieran sostenerla en
México con perjuicio de nuestro pueblo.
Hágase lo que
se quiera contra mi modo de obrar en esta parte; protéstese tácitamente contra
mí, derrochan
—9—
do el
dinero de nuestro pueblo en francachelas episcopales y papales.
Esto mismo
justificará mi conducta y todos verán que los autores del mal son los
Arzobispos y Obispos de México, apoyados por los enviados del Papa, y para fomentar
los vicios de estos.
Día vendrá
en que esos Sres. mitrados que deben ser los defensores de nuestro pueblo, y
que lo esquilman, embrutecen y abaten hasta lo sumo, paguen ó sufran la pena de
su delito de lesa humanidad, y de traición á los que los sostienen toleran y
sufren.
Sigan los
Arzobispos y Obispos mexicanos fomentando la avaricia, y los vicios del Papa y
sus enviados: sigan protestando tácitamente contra mi modo de pensar y de obrar
contra el Papado, que ya sentirán las consecuencias de su conducta
antipatriótica é indigna.
III
¡Qué
terquedad tan brutal! No creyera yo, ni me parece que ningún hombre de sana
razón puede creerlo que hace la superstición pertinaz y ciega de los hombres
que se llaman grandes é ilustrados, y que deberían ser los guías de la multitud,
para llevarla á su verdadera dicha, y son verdaderos lobos que devoran al pobre
ignorante, que desgraciadamente creé con fe ciega en embustes religiosos!
¡Un joven
de buenas disposiciones intelectuales, nacido en algún pueblo próximo á Tezucan ó á Matamoros Izúcar ó Izúcar de Matamoros, de la clase de nuestro pueblo
indígena! ¡Un joven que podría haber sido útil á su país, si no hubiera tenido
las creencias fanáticas de sus antepasados, y una ambición sin límites en el orden
religioso ó pecuniario!
Ese joven
buscó el lugar que en sus primeros años impartía la instrucción científica en
Puebla, é ingresó á aquel Seminario.
Su Prelado,
Don Carlos Ma Colina, vio que el joven
prometía mucho en lo eclesiástico; y lo mandó á la cueva
—10—
de lobos,
que en mala hora promovió que se estableciera en Roma un Sacerdote de la
América del Sur.
En ese
establecimiento, nuestro joven, con su apariencia de profunda humildad, ó tartufismo natural, ganó el afecto de sus profesores y el
de personas influentes, que es lo que todo lo puede y todo lo hace en aquella
levítica ciudad.
Con los
expresados elementos y su natural tartufismo, nuestro
joven obtuvo grado ó grados académicos en la ciudad de las tradiciones ó de
todas las ficciones religiosas de todo el mundo; y por eso la ciudad, en lo
religioso, de todas las mentiras que pueda forjar la imaginación enfermiza y
exaltada de algunos y la mala fe de muchos.
Los grados
académicos en Roma se obtienen con facilidad si hay influencias; y si hay
dinero, la cosa es más fácil. No quiero injuriar al joven aludido diciendo que
debió su grado ó grados á esos elementos; pero el caso es que esos doctores y
maestros que salen de la cueva de lobos de que antes hablé, poco hacen y poco
brillan en México.
Lo que
nuestro joven hizo fue aumentar su fanatismo en un mil por uno.
Dijo algún Santo Padre, creo que San León Magno,
que Roma, de maestra del error se había convertido en discípula de la verdad, y
se equivocó el buen Pontífice.
Debió decir
que Roma de maestra del error gentílico, más filosófico que otros muchos, se
convirtió en maestra de los millares de errores que producen las cabezas
desequilibradas de los llamados creyentes romanistas.
Nuestro joven
volvió á su país con su multiplicado fanatismo y su natural ambición, y luego
fue hecho Prebendado de Puebla; y poco después Vicario Capitular de aquella
Diócesis.
Siguió su
afán de ser mucho, y fue Obispo de Chilapa, de donde
vino muchas veces á Puebla y México, y estableció en esta el Apostolado de la
Cruz, si no recuerdo mal.
—11—
Los que
conocemos los manejos clericales juzgamos que ese Obispo novel, quería algo
más; y en efecto fue á poco nombrado Obispo de Puebla.
No se conformó
con esto, sino que á poco resultó que Puebla era Arzobispado, y que nuestro
aludido era su primer Arzobispo.
¿Qué querrá
ahora? Ser Cardenal y Papa si es posible; porque esa es la modestia y humildad
cristiana que en nuestros tiempos profesan los altos dignatarios de la Iglesia
romana; dando un buen ejemplo á sus subordinados, que quieren también, en gran
número, ser algo más que simples sacerdotes.
Ese joven
indígena, ese indio inteligente, ese seminarista aventajado de Puebla, ese
alumno de la cueva de lobos Pio-latino-Americano, ese infulado
romano, ese prematuro Prebendado, Obispo dos veces y Arzobispo, ese fundador de
una Sociedad religiosa, ha mandado un Edicto á su clero y desgraciado pueblo,
que expresa las siguientes falsedades, que he de demostrar que lo son, por-que
cualquiera puede verlo.
O juzgamos
que el autor de ese Edicto cree lo que dice, y tenemos, en consecuencia, que
considerarlo como un analfabeta vulgar; ó juzgamos que
conoce la falsedad de sus asertos, y hemos de decir que es un descarado
embustero y mentiroso. Cada cual elija el juicio que de ese personaje
pernicioso quiera formarse.
IV
Dice en su
Edicto de fecha 7 de Noviembre de 1905, el Ilmo. Rmo. Sor. Dor.
Don Ramón Ibarra y González, lo siguiente,
entre mil cosas y barbaridades.
1° "El
venturoso día 12 de Diciembre…… Esta fecha memorable, que es una de las más
gloriosas de nuestra Historia…
2° …la Santísima
Virgen de Guadalupe… quiso que se pintara
milagrosamente por medio de los Ángeles, en la tosca tilma de Juan Diego, su
incomparable imagen…"
—12—
Al
contemplar este prodigio (el de la falsa aparición del Tepeyac)
el inmortal Pontífice Benedicto XIV, lleno de emoción exclamó: Non fecit talíter Omni Nationi:
No hizo Dios cosa semejante con otra nación."
3° "Nuestra
amada Arquidiócesis que tiene la gloria de haber iniciado las peregrinaciones
diocesanas al Tepeyac…
4° "…preferiríamos
mil veces que esta ilustre Iglesia Metropolitana de Puebla, desapareciese del
mapa de las Diócesis de la República, antes que alguien vea defeccionarse en
tributar á la Gran Madre de Dios, esa prueba de amor filial (la peregrinación
al Tepeyac) y de su inquebrantable creencia en el
sobre naturalismo Guadalupano."
5° "…el
demonio comienza á hacer la guerra á las peregrinaciones del Tepeyac."
6° "Esos
obsequios espirituales podréis mandarlos á nuestra Secretaría de Cámara y
Gobierno, al terminar el mes de Enero próximo…"
Voy á
ocuparme en demostrar, en breves palabras, que son falsos todos esos asertos
del Sor. Ibarra, á excepción del último, que es el positivo y móvil de toda esa
piedad impía y de toda esa palabrería.
Declaro con
toda sinceridad que no es mi capricho el que defiendo, porque hoy nada me
interesa la Iglesia Romana; sino la vergüenza que me da de haber pertenecido á
un gremio de Obispos que se empeñan en sostener é imponer una cosa falsa á
todas luces, desprestigiándose á sí mismos y á la religión de Cristo, que dicen
que enseñan.
V
El primer
aserto que cito del Sor. Ibarra: "El venturoso día 12 de Diciembre "…Esta
fecha memorable que es una de las más gloriosas de Nuestra Historia…"
No hay una
sola palabra en la Historia de México que se refiera á la aparición de la Madre
de Cristo en el Tepeyac.
—13—
Suarez de
Peralta dice que la imagen, milagrosísima, como él la llama, se apareció entre
espinas; general único que en el siglo XVI habló de la imagen de Guadalupe aparecida
entre espinas.
La
aparición de imágenes fue muy frecuente en España y el P. Florencia en su
"Estrella del Norte'' y refiriéndose á la Guadalupe de aquel país nos dice
claro el modo de su aparición.
Aquí en
Tamaulipas hay muchas imágenes aparecidas, siendo la más notable la del
«Chorro» ó «Chorrito»; pero ni esa ni ninguna otra tiene las pretensiones de orígen angélico ó divino, ni menos de ser obra de la Madre
de Cristo. ¡Son más racionales los tamaulipecos que el Ilmo. Arzobispo de
Puebla!
Algún sabio
ha dicho que los indios acostumbraban poner sus imágenes fuera de las iglesias,
y que de allí las levantaban los clérigos ó empleados de los templos.
Tal vez
Marcos Cipac, autor de la imperfectísima
pintura del Tepeyac, la puso fuera de la ermita que
allí había y fue recogida por los empleados de dicha ermita ó Capilla para que
hiciera milagros.
Todas estas
explicaciones son innecesarias, porque los que no creen en la Aparición de la
persona de la Madre de Cristo en el Tepeyac, no se
refieren á imágenes sino á la Mujer María de Nazaret hija de Joaquín y Ana,
según la leyenda bíblica; y dicen que nunca ha visitado esa Señora el Tepeyac.
Mientras no
se demuestre á esos incrédulos á quienes pertenezco, que María estuvo en el Tepeyac, están en su pleno derecho si lo niegan.
Ningún
historiador del siglo XVI ha dicho nada de esa aparición; luego no sucedió.
Este
argumento concluyente en Historia y en Derecho, lo desechan los aparicionistas, porque dicen que es negativo.
Suponen, lo
que deben probar, que están en posesión de la verdad, y que un argumento
negativo nada vale
—14—
contra
ellos; pero no prueban, ni pueden probar esa verdad de que blazonan.
Dado y
jamás concedido, porque es claramente falso, que Suarez de Peralta no hablara
de aparición de imagen sino de la persona de la Madre de Cristo; ese escritor
fue de fines del siglo XVI, y su dicho nada vale, según la regla, que debe
saber muy bien el Sor Ibarra: "Dictum unius, dictum nullius"
ó "Dictum unum, dictum nullum".
Este
principio de derecho, es natural y generalmente aceptado y practicado. Ninguna
persona sensata acepta la primer especie que oye sobre
algún asunto; sino que espera que lo que ha oído, ó se le ha dicho lo confirme
el dicho de otro u otros.
En derecho
un testigo no es prueba suficiente de ningún hecho ó dicho; sino que se
necesitan por lo menos dos intachables y contestes, para hacer prueba jurídica.
Si esto
sucede en hechos humanos sujetos á nuestros sentidos, es de todo punto indispensable
en hechos sobrehumanos, ó que se dicen sobrenaturales; y en estos juzgo que no
es prueba suficiente el dicho conteste de dos personas, sino que se necesitan
muchas más, perfectamente despreocupadas, libres de toda presión y de cerebro
enteramente sano.
Nada de
esto nos pueden presentar, ni citar los aparicionistas,
ni el Sor. Dor. Ibarra puede hacerlo; luego en el
siglo X V I no hay autor ninguno, ni historia ninguna del glorioso día 12 de
Diciembre como se lo imagina, ó pretende imaginarlo el Ilmo. Sor. Arzobpo. de Puebla.
Este es
argumento negativo que prueba plenamente en Historia, y que nos basta á los antiaparicionistas, mientras no se nos den pruebas plenas y
suficientes de lo contrario; pero veamos si hay algo más contra la fingida
Aparición del Tepeyac.
VI
Pocas
palabras para ser difuso.
—15—
El Obispo
Fr. Juan de Zumárraga, dijo ó hizo que dijera algún empleado ó súbdito suyo:
"Ya no hay milagros." Es
así que la Aparición Guadalupana de que habla el Sor. Ibarra habría sido un
milagro; luego no lo hubo en tiempo de Zumárraga.
El P.
Sahagún, religioso instruido, piadoso y virtuoso, tacha de idolátrico el culto
de la imagen del Tepeyac; luego este no tenía origen
divino, ni era obra de la Madre de Cristo.
El mismo
dice que… "en tan poco tiempo y con
tan poca lengua y predicación y sin
ningún milagro, tanta muchedumbre de gente se había convertido." Luego
no hubo el sobrenaturalismo guadalupano, ni se obró el gran milagro de que
habla el Sr. Ibarra.
El P. Mendieta, dice: …"será bien decir algo del ejemplo con
que estos ciervos de Dios (los religiosos) y primeros evangelizadores vivían y trastaban entre tanta multitud de infieles, que para su
conversión fue una viva predicación, y suplió
la falta de milagros que en la primitiva iglesia hubo, y en esta nueva no fueron menester.'' Luego
falta la página gloriosa del Sor. Ibarra.
El mismo
dice: " Y como estos indios naturales de esta Nueva España con tanta
facilidad y deseo recibieron la fe, no
han sido necesario milagros para la conversión de ellos." Luego no
sucedió el milagro de la Aparición.
Es bueno
rectificar la falsa especie proferida el año pasado en el Congreso Mariano de
Morelia, por alguna persona de instrucción y tal vez de buena fe. Dijo que la
Guadalupana había influido en la evangelización de los indios; y ya se ve que
esa evangelización se hizo sin milagros y sin la Guadalupana.
Asombra
verdaderamente que hombres instruidos y honrados ignoren que el culto
guadalupano, tal como hoy se profesa en la Capital de la República, ó con la
falsa especie de la Aparición, es muy posterior al esta-
—16—
blecimiento del cristianismo español ó
castellano- el que tenemos- en México.
Las diócesis
antiguas ni pensaron en la Guadalupana, y las erigidas hasta el siglo XVIII, no
se distinguieron por su piedad y culto de Guadalupe. El que esto escribe nació
en un pueblo cristiano, á la castellana se entiende, y solo recuerda haber
visto en lugar muy secundario de la iglesia de Hermosillo una mala pintura de
Guadalupe.
Sería
interminable citar escritores del siglo XVI, que como los anteriores que he
citado declaran la falsedad de la Aparición, y solo quiero recordar dos
testimonios que hacen prueba plena en cualquier juicio.
Si el Sor.
Ibarra citase algunos autores, estos son posteriores al R. Don Miguel Sánchez,
que de algún viejo archivo sacó el sainete ó comedia que, para representarse en
algún día de fiesta escolar, compuso Don Antonio Valeriano, indio inteligente,
docto y alumno aprovechado del Colegio de Santiago Tlaltelolco.
Publicó Sánchez,
en 1648, esa comedia convirtiéndola en historia, pero fue tan desgraciado en su
empresa que la comunicó al Capellán ó vicario de la Ermita de Guadalupe Don
Luis Lazo de la Vega, que la propagó entre los indios, pero contestó á Sánchez,
que él y todos sus antecesores nada sabían de esa Aparición; luego ni había
sucedido esta—la aparición—ni había, ni hay, ni habrá la decantada tradición de
que hablan los aparicionistas.
VII
Los
primeros frailes franciscanos que vinieron á México, en la época de la
conquista, fueron hombres ejemplares en el cumplimiento de su oficio.
Procuraron
en sus predicaciones y con su ejemplo y conducta, apartar á los indios de la
idolatría.
Vieron, por
esto, con disgusto, que se divulgara que la imagen de Guadalupe que se veneraba
en el Tepeyac,
—17—
y que era
obra del indio Marcos Cipac ó Marcos de Aquino, hacía
milagros.
Juzgaron
que esto hacía á los indios que adorasen a las imágenes, como hoy lo hacen con
autorización y aun por orden de los Prelados; volviendo así á la idolatría, que
es la que practican nuestros indios.
El P. Fray
Francisco de Bustamante, Provincial de los franciscanos, predicó en alguna
iglesia de México el ocho de Septiembre de 1556 y dijo todo lo que antes he
expresado en este párrafo.
Dijo además
que el que inventó ó por primera vez dijo que aquella imagen hacía milagros,
merecía que le dieran cien azotes, y doscientos al que siguiera divulgándolo.
Dijo que el
Arzobispo Fr. Alonso de Montúfar, que entonces
gobernaba aquella iglesia, autorizaba esos falsos milagros, contra lo dispuesto
por un Concilio Letrán, bajo pena de excomunión.
Y dijo
también que el Virrey, que estaba presente debía como Vice-Patrono, ponerla ley
al Arzobispo.
Esto irritó
á Su Señoría Ilustrísima, el Sr. Montúfar, é inició
un proceso contra el Padre Bustamante, por la falta de atención y respeto al
Prelado.
En ese
proceso consta todo lo que llevo expresado, y consta además que el Arzobispo Montúfar dice, que él no había autorizado los milagros de
la Virgen ó imagen del Tepeyac, sino que "ny hacía caso de ellos, porque no tenía
información hecha de ellos: que andaba haciendo la información…".
Luego en 1856
no había habido aparición sino que se sabía y decía públicamente que la imagen
del Tepeyac era pintura del indio Marcos Cipac, y que sus milagros no eran auténticos.
Esto llegó
á oídos de Su Majestad el Rey, entonces nuestro Señor, y pidió informe al Virrey
Don Martin Enríquez sobre el origen de la ermita y culto de la imagen del Tepeyac; y el Virrey contesto en 23 de Septiembre
—18—
de 1575:
"quel año de 55 ó 56 estava
allí [en Guadalupe] una ermitilla, en la cual estava,
la imágen que aora está en
la iglesia, y que un ganadero que por allí andava,
publicó aver cobrado salud yendo á aquella hermita y empezó á crecer la devoción de la gente, y
pusieron nombre á la ymágen Nuestra Se-ñora de Guadalupe "por dezir
que se parecía á la de Guadalupe de España."
Luego el
origen de esa imagen del Tepeyac y de su culto no es
la supuesta y falsa aparición.
Este
documento también hace prueba plena en derecho, por ser oficial de un Virrey á
su Soberano.
Sé muy bien
que algún Jesuita residente en Puebla en años pasados, contestó este
irrefragable testimonio del Virrey Enríquez con injurias á su persona, que fue
protector de la orden de Loyola; pero las injurias no son razones, ni
argumentos ni pruebas, sino desahogos de quien no tiene qué contestar, y que deben
despreciarse ó castigarse.
Suspendo
aquí estos Ecos para continuarlos en una segunda parte.
Solo quiero
añadir algunas palabras que me interesan mucho á mí personalmente, y que pongo
en el párrafo siguiente.
VIII
Juzgo que
lo que he dicho del Papa y del Papado va á proporcionar á Su Santidad grandes
manifestaciones de profunda sumisión y respeto del Clero mexicano.
Esa
sumisión y respeto sin límites va á llevar á Su Santidad ricos presentes de oro
y otras cosas preciosas.
Los romanos
como Su Santidad numeraban cuatro quasi contratos y
uno de ellos era: "Facio ut des"
"Hago para que des."
Creo por
eso que su Santidad debía en justicia asignarme siquiera el sueldo mensual de
uno de los suizos de su guardia palatina; y eso me serviría mucho en mis
actuales circunstancias económicas.
—19—
El Sor.
Delegado de Su Santidad en México va á ser también objeto de mayores obsequios:
va á tener más invitaciones, más banquetes, más músicas, más veladas
literario-musicales, más recepciones, y más obsequios pecuniarios; y todo eso
por lo que yo he dicho.
Juzgo que
su Excelencia Ilustrísima y Reverendísima y Dignísima, debe pagar mis buenos
servicios con algunos miles de pesos de los que reciba.
Los Ilmos. Digmos. y
Reverendísimos Sres. Arzobispos y Obispos de México, van á tener, por lo que yo
he dicho, un grande incremento de piedad en sus fieles, y esa piedad se traduce
en plata y oro.
Nada cuesta
á Sus Señorías Ilustrísimas y Reverendísimas, mandarme siquiera el diezmo de
ese aumento de piedad argentina y dorada.
El Ilmo. y
Rmo. Sor. Arzobispo de Guadalajara, ignorante y pretencioso como es, traerá
otros cien mil peregrinos á la Basílica guadalupana, les hará veinte funciones,
para que todos tengan el gusto de asistir á alguna de ellas, predicarán los
notables oradores Canónigo y Dor. Don Ramón López y
el Canónigo y Dor. Don Pedro Romero, recibirá las
calurosas felicitaciones del anciano y venerable Obispo de Chilapa,
Dor. Don Homobono Anaya, en
cuyo acto Literario para obtener la borla se empató la votación, y su Mtro. Don
Francisco Melitón Vargas, Rector entonces del Seminario de Guadalajara, y en
ese acto literario y noche triste del Sor. Anaya, Presidente del Claustro, con
voto decisivo por esto, resolvió la votación en su favor.
Esta
valiosísima felicitación de hombre tan ilustre, el hecho de haberse separado el
Ilmo. Sor. Ortiz del camino seguido por su Santo Predecesor, el Sor. Loza, el
aumento de piedad de los fieles, los naranjazos que fue causa de que dieran al Exmo. Serafini etc. etc. etc. deben proporcionarle fuertes
sumas, y con desahogo pueda su Señoría Ilustrísima pagarme este buen servicio
que le hago, ó al menos pagarme la casa que ocupan sus Capuchinas, y que es mía
en estricta justicia.
—20—
El Digmo., Ilmo. y Rmo. Sor. Doctor Don Próspero María Alarcón
y Sánchez de la Barquera, que va á tener, por mis buenos oficios, aumento de
ingresos en las cajas de la Basílica Guadalupana, debería nombrarme Canónigo
honorario de esa Iglesia con goce del sueldo de Canónigo. Esto sería muy poco,
pero yo me conformaría con ello.
Si los
Sres. aludidos y expresados me hacen justicia, diré que al fin la hicieron en
algún caso; y si no me la hacen, diré que saben utilizar el trabajo ajeno sin
retribuirlo.
Quinta del
Olvido en Ciudad Victoria, Capital de Tamaulipas, Diciembre veinticinco, Fiesta
de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, postergado hoy por la indita
guadalupana, y año de mil novecientos cinco.
EDUARDO
SÁNCHEZ CAMACHO.
—21—
Ecos de la Quinta del
OLVIDO
ESCRITOS POR
Eduardo Sánchez Camacho
SEGUNDA PARTE
_______________
_______________
I
De la
trama, muy mal hecha del Edicto del Ilmo. Sor. Arzobispo Don Ramón Ibarra y
González, se pueden tomar tantos puntos, en el sentido gramatical, literario y
científico que no quedaría ni un solo hilo de esa trama; pero yo he tomado los
que me convienen y quedan enumerados en la primera parte de estos ecos.
—22—
Dice Su Señoría Ilustrísima que "…la Santísima Virgen
de Guadalupe… quiso que se pintara milagrosamente por medio de los Ángeles, en
la tosca tilma de Juan Diego, su incomparable imagen…
Al
contemplar este prodigio el inmortal Pontífice Benedicto XIV, lleno de emoción
exclamó: Non fecit
taliter omni nationi." «No hizo Dios cosa semejante con otra
nación.»
Comienzo
por el último disparate. Las palabras que se citan de un salmo "Non fecit taliter omni nationi"
no consta que las haya dicho el chocarrero ó chistoso Lambertini,
álias Benedicto XIV. Dado y no concedido que las haya
dicho con relación á la falsa aparición del Tepeyac,
no se traducen bien.
"Non fecit taliter omni
nationi" quiere decir que no hizo ¿quién? Dios
si se quiere, cosa semejante á todas las naciones.
Esto decía
el Salmista de Israel, ó de los Judíos, que según la leyenda mosáica, recibieron su religión y sus leyes todas de Dios.
Pero ni el
salmista excluyó á otros pueblos, de ese beneficio que él decía habían recibido
sus nacionales.
Las
religiones todas antiguas de Oriente y Occidente, del Sur y del Norte,
positivas ó reveladas, como lo fueron y son hasta la fecha, tuvieron mil
apariciones de sus dioses primarios y secundarios, y todavía hasta hoy, esos
dioses encarnan y se multiplican, y el Gran Lama del Tíbet es encarnación de
Dios.
Las
naciones modernas ó de moderna organización política ó religiosa, tienen
también sus dioses aparecidos, y sin repetir lo que ya dije de nuestro chorro ó
chorrito, ¡cuántas imágenes hay en México que se dicen aparecidas!
¿Y en
Europa? Todas las naciones de sangre y corazón, ó latinas, tienen sus
apariciones.
Allá en
Loreto, Italia, está, según dicen, la casa misma en que habitaron Cristo, su
Madre y su Padre en
—23—
Nazaret,
Judea; llevada á Loreto por los ángeles, ni más ni menos que los que pintaron,
según los Sres. Don Miguel Sánchez y Don Ramón Ibarra á la Virgen ó imagen del Tepeyac.
Los
españoles tienen su Pilarica y la Virgen que en sus batallas acompañó á Pelayo,
fuera de otras mil apariciones antiguas y modernas.
Los
franceses tienen á su cleta aparecida á dos niños, cuyo testimonio bastó para
que aceptaran esa ficción.
Tienen
también los franceses á su Inmaculada Concepción aparecida en los Pirineos á la
Cataléptica Bernadette ó Bernardeta
ó Bernardina, que encerraron luego en un claustro, y adoran á la aparecida más
que á Dios; ni más ni menos como el Ilmo. Sor. Ibarra adora la pintura del
indio Marcos Cipac en el Tepeyac.
El Salmista
no se opuso á nada de esto, y dijo solamente que no á todas las naciones había
hecho Dios lo que con los israelitas á quienes dio ley y gobernó.
Es falsa
pues la traducción que se hace del texto citado y ya expresado.
Dijo el
Obispo actual de San Luis Potosí, en la solemnísima ocasión de las honras
hechas á los Papas protectores del culto guadalupano, en su sermón predicado en
esas honras en la Iglesia de Santo Domingo, de México, el año próximo pasado de
mil novecientos cuatro, que Lambertini debió su
Cardenalato y su Papado á chistes, que era chistoso ó chocarrero, y que se
burló del Agente de la indita del Tepeyac. ¡Crea en chistes ó chocarrerías el Sor. Ibarra! O crea en lo que dijo el abogado del diablo, como llamó
también el Obispo de San Luis Potosí al inmortal del Sr. Ibarra.
Según las
consejas populares de los poblanos, en el orden religioso, los ángeles han
distinguido con su especial amistad y cariño aquella Iglesia.
Por allá
anduvo, según esas consejas, San Miguel Arcángel, Príncipe de la milicia
celestial, y fue declarado Patrono y Protector de Puebla.
—24—
Lo raro en
estos casos es, que los ángeles y santos ni comen ni beben, ni andan, y sus
cultos se traducen siempre en oro y plata que los celestiales no reciben, pero
que sirven mucho á los clérigos, sus agentes en esta pobre tierra.
Los ángeles
ayudaron á los albañiles á construir la Catedral de Puebla. Los albañiles
trabajaban de día y los celestiales, que aman las tinieblas, lo hacían por la
noche.
La ciudad
de Puebla se llama de los Ángeles, y no sería extraño que mañana ó pasado nos
dijeran que el Ilmo Sor. Ibarra, un poco deforme en
sus facciones, con una boca algo irregular etc., etc., es de naturaleza
angélica, lo mismo que sus canónigos, curas y demás clérigos.
Don Antonio
Valeriano compuso una comedia para representarla en Santiago Tlaltelolco, su Colegio, é hizo aparecer en ella á los Ángeles.
Estuvo en su perfecto derecho, puesto que esa clase de escritores, son como los
poetas y pintores, que, según dice Horacio, pueden atreverse á todo, y poner
cabeza humana y plumas á un cuello de caballo.
Los
sacerdotes Don Miguel Sánchez y Don Luis Lazo de la Vega convirtieron en
historia lo que en su origen fue una ficción. Es perdonable eso en dichos
sacerdotes por el tiempo en que lo hicieron, á mediados del siglo diecisiete, y
por el ambiente que aspiraban.
No es
perdonable eso en el Sor. Ibarra, porque Su Señoría Ilustrísima vive en otros
tiempos algo ilustrados, la crítica es más clara, y no es creíble que ese
Prelado ignore la verdad de los hechos.
¿Qué
pretende con esto el Ilmo. Sor. Ibarra?
¿Quiere
hacer dinero con las consejas de los PP. Sánchez y Lazo? No quiero hacerle esa
injuria.
¿Quiere su
Señoría Ilustrísima fomentar con eso el culto de Dios? Dios falso será el que
necesita falsedades para sostener su culto.
—25—
Que enseñe
el Ilmo. Sr. Ibarra á Jesucristo Crucificado, según la máxima del Apóstol de
las Gentes: que lo enseñe con la palabra y con el ejemplo, y algo bueno hará
por la sociedad.
Que no se
ocupe el Ilmo. Sor. Ibarra ni el Ilmo. octogenario Sr. Obispo de Querétaro en
enseñar consejas y mentiras manifiestas.
Que no nos
representen á la Madre de Cristo sentada en unas rocas esperando á Juan Diego,
porque destruyen su culto, y nos llevan al Olimpo y al Maní con dioses llenos
de pasiones y dolencias como las nuestras, y ¡Adiós goces eternos! ¡Adiós felicidad después de esta vida
¡¡¡¡Jesucristo
crucificado en la palabra y en el ejemplo!!!!
El hombre
trabajador y sufrido, que con ese sublime ejemplo se alienta para la lucha en
la vida, vive feliz hasta donde es posible, hace su bien y el de sus semejantes
y merece volver satisfecho al Seno Felicísimo del Infinito que todo lo llena,
todo lo dispone y todo lo hace.
Ese
chocarrero Próspero Lambertini, que debió á sus
chistes el capelo y la tiara, ese abogado del diablo que se burló del Agente
guadalupano, no quiso autorizar la comedia Valeriano ó Sánchez ó Lazo de la
Vega, si no que solo permitió que se dijera, que circulaba el rumor de que se
había aparecido en México la mujer que el visionario de Patmos
viera allá en sus cavilaciones.
La honra de
autorizar semejante ficción y manifiesta falsedad, estaba reservada al avaro,
ambicioso y maquiavélico Joaquín Pecci ó León XIII
que admitió y autorizó toda la comedia de Don Antonio Valeriano; dando lugar á
que clérigos ignorantes, como alguno de los de Guadalajara, que son ilustrados
por cierto, pero que no dejan de tener en su gremio nulidades absolutas,
propusiera la beatificación del ficticio Juan Diego.
Vean los
romanistas la conducta de sus Papas y de sus clérigos, y no acepten ciegamente
las mentiras manifiestas que quieran imponerles.
—26—
II
¡¡¡Por
Júpiter tonante ó por los dioses todos del Olimpo!!! Al Ser Infinito y Supremo
no apelo porque soy parte suya, según dice muy bien León Tolstoi, y no quiero
traerlo de testigo de mentiras.
¿Es
posible que el Ilmo. Sor. Ibarra nos cuente y nos quiera hacer creer que la Imagen
del Tepeyac es incomparable, que está pintada por Ángeles
en la tilma de Juan Diego?
Ya dije que
esto era perdonable á mediados del siglo diecisiete, pero en el siglo veinte
merece silbidos, ó naranjazos del Arzobispo de Guadalajara.
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que el flamenco Fr. Pedro de Gante, lego franciscano
enseñó ó hizo enseñar algo de pintura á los indios en su colegio de Santiago Tlaltelolco?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que entre los aztecas era frecuentado y aventajado el arte
de la pintura, con los defectos propios de los que no tenían las facilidades
que hoy tienen las bellas artes?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que entre los alumnos del colegio del Padre Gante hubo un
indio llamado Marcos ó Andrés Cipac, ó Marcos Cipac ó Marcos de Aquino, que fue aventajado en la pintura,
al grado de que el sincero y franco Bernal del Castillo lo llamara un modelo en
su arte, porque aquel honrado militar sabía de pintura tanto como el Sor.
Ibarra?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que ese indio Marcos Cipac ó de
Aquino pintó la imagen que Su Señoría Ilma. llama incomparable?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que el lienzo en que está la imagen del Tepeyac, la guadalupana que él adora idolátricamente, y que
quiere que idolátricamente adoren sus diocesanos, es una tela común y corriente
de que usaban todos los indios en México en tiempos de la conquista y desde
antes, y que eso no era tilma ni parte alguna del traje de un indio, sino
lienzo cualquiera propio.
—27—
para un
uso cualquiera, que yo he llamado y llamo ahora con toda verdad y propiedad, un
trapo viejo?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que ese lienzo está mal preparado para la pintura, y que
con el contacto de rosarios y otros amuletos, comenzó á descascararse, y obligó
al Arzobispo de México y al cabildo de la Colegiata á prohibir ese contacto ó
toque de reliquias ó amuletos?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que manos sacrílegas,
como diría un Cabrera, pintaron ángeles en ese trapo, y que algún pintor de
hace nueve años, borró ó trató de borrar el turbante ó corona que tenia la mona
ó muñeca pintada en el trapo aludido?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que á consecuencia de la orden que del Señor Don Antonio
Plancarte recibiera ese pintor, el Ilmo. Sor. Don Crecencio
Carrillo y Ancona escribió un sermón, que no predicó, en que ya forjó el nuevo
milagro de la desaparición de la corona ó turbante que el indio Marcos pusiera
á la muñeca del Tepeyac?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que el sermón de Carrillo y Ancona se imprimió, se mandó á
Roma, y que aquella curia ó su jefe, el estafermo ó manequí
de todos los encarnados blancos, morados y negros, que lo rodean y manejan,
para llevarse el dinero de todos los necios que quieren dárselos, elogió la
piedad del Obispo Carrillo, como prueba segura de futuros lucros?
¿No sabe
el Sor. Ibarra que Averardi persiguió ó nulificó
mejor dicho á Don Antonio Plancarte: que uno de los motivos fue el haber
borrado la corona ó turbante de la mona del Tepeyac,
y que aquel Visitador Apostólico dijo que
la corona allí estaba pero que no podía verse?
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra, que el verídico, honrado, prudentísimo, caritativo,
generoso, cristiano, sincero y verdadero, y Santo Sor. Loza dijo que la corona
de la Virgen de Guadalupe, la imagen del Tepeyac, era
un hecho, y que en nuestros tiempos no se juega con los milagros?
—28—
El Ilmo.
Sor. Loza era mejicano y sabía muy bien lo que decía, y siempre decía la verdad
cuando hablaba.
¿No sabe
el Ilmo. Sor. Ibarra que la pintura, mona ó muñeca del Tepeyac,
pintada por el indio Marcos Cipac ó de Aquino es lo
más imperfecto y mal hecho que puede haber en género y especie de pinturas?
¿No ha
visto Su Señoría Ilma., el Sor. Ibarra, que el Serafín, ángel, bueno ó malo que
esa mona tiene al pie se parece á su Señoría Ilma.?
¿No ha
visto el limo. Sor Ibarra que la antigua Corona de la mona del Tepeyac, es un turbante como el que usan los indios en sus
danzas?
¿No ha visto
el Sor. Ilmo. Ibarra que las manos de su incomparable imagen son de india
tortillera, deformes y desproporcionadas al resto de la pintura?
No ha visto
el Ilmo. Sor. Ibarra, que la luna que á los pies tiene la mona del Tepeyac, está negra y no es la nuestra?
¿No
deduce de todo esto el Ilmo. Sor. Ibarra que esa pintura no puede ser divina, u
obra de ángeles en que él creé?
Si nada de
esto entiende el Ilmo. Sor. Ibarra, Digmo. Arzobispo
de Puebla de los Ángeles, me inclino á creer que es un portento, que no es
producto de esta tierra, que no es natural de nuestro globo, y que, aunque es
muy feo, es tal vez de naturaleza angélica.
Si el Ilmo.
Sor. Ibarra sabe todo lo que he dicho, que es público, notorio y sabido de
todos los que algo leen y entienden, digo con sentimiento que el Ilmo. Sor.
Ibarra es el impostor más audaz que México pueda tener.
III
Dice el Ilmo.
Sor. Ibarra, lleno de emoción y de… «Nuestra amada Arquidiócesis que tiene la
gloria de haber iniciado las peregrinaciones diocesanas al Tepeyac»
¡Qué
cinismo! qué descaro! qué audacia! ¿Es
gloria imponer á los pobres indios analfabetas una falsa creen-
—29—
cia, y que el Obispo, que debe ser el maestro de
la verdad, y el guardián de los intereses todos de sus diocesanos, sea quien
les enseñe una mentira gravosa, y que los haga gastar el miserable producto de
su diario é ímprobo trabajo, en ir á adorar un trapo viejo en el Tepeyac?
¡Maldigo
con todas las fuerzas que todavía tiene mi espíritu semejante gloria! ¡Quiero y
deseo, aunque á nadie he hecho ni haré mal ninguno, que los hombres, sea su
categoría la que fuere, que cifran su gloria en esquilmar al ignorante y
desvalido, sean arrasados de la superficie de la tierra como punzantes espinas,
como reptiles venenosos, como seres indignos de la humanidad y de sus fueros!
Si los indios,
súbditos desgraciados del Sor. Ibarra necesitan
prácticas religiosas, su Pastor, si lo fuera, debería proporcionárselas, sin
gravarlos, sin empobrecerlos, sin afligirlos y humillarlos.
Ese falso
Pastor de indios, debería ponerles el modelo de Jesucristo Crucificado, para
animarlos al sufrimiento y al trabajo y sacrificios de la vida, sin necesidad
de pagar ferrocarriles, ni andar á pié sin necesidad, ni exponerse á las burlas
de la gente ilustrada de las grandes ciudades.
Veo que
predico en desierto, y repito que ese Ilmo. Rmo. y Digmo. Sor, Arzobispo de Puebla de los Ángeles, ó es un
zote ó el hombre más perverso y pernicioso que puede haber en México.
IV
Las
peregrinaciones religiosas son coetáneas de las religiones positivas, y, como
éstas, son prehistóricas.
Las
peregrinaciones religiosas siempre han sido inmorales, y fundadas en un falso
principio.
Las
peregrinaciones religiosas han buscado siempre á Dios en un punto determinado,
y Dios está en todas partes, es infinito, es inmenso, todo lo llena, está en
nosotros, en él vivimos, nos movemos y existimos, somos parte suya, ó nos
anima; y buscarlo en otra parte es injuriarlo, es negarlo, es ser inmoral.
Si las
peregrinaciones no se han llamado diocesanas,
—30—
es porque
el idioma griego es moderno, y los antiguos dieron otros nombres á las
agrupaciones de creyentes fanáticos que emprendían esas caminatas.
No es pues
del Ilmo. Sor. Ibarra, ni de su amada Arquidiócesis de Puebla el baldón, que no
gloria, de haber iniciado las peregrinaciones, si no es al Tepeyac,
que en el caso es accidental.
E)1 baldón
de las peregrinaciones es gentílico, fanático é inmoral, y á esa clase
pertenece el Ilmo. Sor. Ibarra y su amada Arquidiócesis.
V
El grupo de
seres humanos, que son un átomo, ante el Infinito que lo rodea, se forma de dos
clases.
El Ser
Supremo, Dios ó la sustancia infinita que nos rodea, no está igualmente en
todos los organismos que Ella Misma dispone.
El alfarero
hace vasos de honra y de ignominia.
El artista
hace obras de mérito desigual. El artesano hace cosas para usos muy nobles y
otras para usos bajos é indignos.
El Ser
Supremo da su sustancia ó la coloca desigualmente en los organismos humanos y
en los seres infinitos que produce.
La
agrupación humana, los hombres y mujeres, los seres que habitan nuestro globo,
y que son un átomo, [repito para que disminuya algo nuestro orgullo] en medio
del Infinito que nos rodea y está en nosotros se forma de dos numerosas clases.
La mayor de
esas clases son vasos pequeños que ni recibir ni contener pueden, sino
pequeñísima parte de la Divinidad, y ese es el número infinito de necios de que
habló alguno «Stuttorum infinitus
est numerus.»
La otra
parte, la menor de los seres humanos, tiene mayor capacidad, y su inteligencia
ó divinidad es mayor.
¡Cuánto va
á reírse algún tomista romanista de la división que hago de la Divinidad! Pero
es un hecho, y contra hechos no hay argumentos, ni los ficticios Án-
—31—
geles del
Sor. Ibarra, pueden cambiar la naturaleza de las cosas.
La clase
mayor de los humanos, por su poca inteligencia es meticulosa, y siente un
pánico atroz al ver el relámpago, al oír el trueno, al ver una lluvia
torrencial, al ver un rio desbordado, al recibir un viento huracanado, al
sentir un sacudimiento terrestre ó al presenciar cualquier fenómeno
atmosférico.
Los
individuos de esa clase mayor é ignorante vuelven luego los ojos al espacio, y
buscan un ser que los defienda del mal imaginario que se suponen.
Al lado de
esa clase ignorante tenemos á la parte menor de la humanidad inteligente más
que la otra, y en ella hay individuos, y los ha habido siempre, audaces como el
Ilmo. Sor. Ibarra, que aprovechan el espanto de los inferiores y se declaran
Agentes de Dios ¡He aquí el Sacerdocio en los tiempos prehistóricos é históricos
y en nuestros propios días!
Esos
hombres audaces con signos y amuletos atraen al ignorante, y lo hacen
instrumento ciego de su voluntad ¡He aquí al Sacerdote! ¡He aquí la explotación
de la clase pobre! ¡He aquí la idolatría más baja y humillante! ¡He aquí las peregrinaciones etc. etc. Etc.
Esa clase
privilegiada, esos sacerdotes falsos esos falsos agentes de Dios, no pueden
realizar todas sus inicuas tramas con la sola fuerza moral, y necesitan ó
fajarse la espada ó buscar quien la lleve y les ayude. ¡He aquí el soldado
despiadado y sangriento! ¡He aquí al dueño de vidas y haciendas! ¡He aquí al
déspota! ¡He aquí al tirano! ¡He aquí el consorcio inhumano del Sacerdocio y el
Imperio! ¡He aquí el origen de los poderes públicos sin necesidad del contrato
social de Juan Jacobo Rousseau, y deducido solo de lo que vemos, y que es resto
de lo que fue y desgraciadamente será todavía mientras no cambie la humanidad!
Díganos
ahora el Sor. Ibarra que su Diócesis tiene el
—32—
baldón,
que no gloria, de haber iniciado
peregrinaciones á dioses falsos ó falsas apariciones.
Las
peregrinaciones son antiquísimas según la historia, y yo sostengo que son
prehistóricas, por las razones clarísimas que he dado.
Las
peregrinaciones han venido á hacerse más numerosas, mas inmorales, y más
perfectas, si el mal es capaz de perfección, entre los Mahometanos y
Romanistas.
Tenga su
gloria el Sr. Ibarra y su amada Arquidiócesis, que yo creo que nadie se la
envidia.
VI
Las
peregrinaciones son la parte más inmoral de los ejercicios religiosos, sea cual
fuere la religión que se profese, pero esa inmoralidad es mayor en las peregrinaciones
de los romanistas.
Concedo el
hecho de que la mayoría de los humanos tiene espíritus débiles que necesitan en
sus aflicciones y necesidades levantar las manos, la cara, y los ojos al
espacio, buscando lo que ro han de conseguir; y no tocarse la cabeza y ver lo
que esta les sugiere.
Concedo,
por lo dicho que las visiones, apariciones y ficciones de cerebros débiles y
enfermizos, han de tener siempre ó formar, establecer y propagar religiones
positivas ó reveladas por visionarios y catalépticos.
Juzgo que
las leyes sobre sexo y su uso son tiránicas, y que proceden de la inmoralidad
de los sacerdotes y tiranos, que han querido monopolizar el uso del sexo, reprimiéndolo
en los demás, contra las leyes naturales.
Pero ¿es esa
la moral que enseña el romanismo?
¿No es el
amor al prójimo el que predica? ¿No obliga ese amor á mejorar la condición
social de los ignorantes ó necios? ¿No nos obligan los romanistas á una
castidad que no practican? ¿No nos dicen que solo á Dios se ha de adorar? ¿Cómo
se concilia esto con las peregrinaciones?
¿Cómo se
mejora la condición de la parte humilde de la humanidad, que es la más
numerosa, haciéndola via-
—33—
jar de aquí para allá, gastar lo poco que esa
clase adquiere con duro trabajo, en esos viajes, en ofrendas á falsos dioses, y
en pago de otros gastos que esos viajes exigen?
¿Cómo se
mejora la condición de los ignorantes, sin darles más instrucción que las consejas
de imágenes aparecidas ó de dioses falsos é indignos del culto del hombre?
¿Cómo se
puede decir que se ama al prójimo, si solo se le hace gastar el fruto miserable
de su ímprobo trabajo, en necedades, desatender á su mujer é hijos, vender lo
poco que tiene para satisfacer exigencias infundadas, injustas de los Prelados
y sacerdotes, y tal vez robar para satisfacer esas exigencias?
¿Cómo puede
practicarse la castidad que los sacerdotes romanistas exigen, sin practicarla,
hacinando personas de ambos sexos que viajan apiñadas, juntas unas con otras, y
pernoctan lo mismo?
¿Cómo
pueden defenderse ó respetarse así los derechos falsos, que los sacerdotes
romanistas y sus auxiliares los tiranos han decretado á la monogamia, que en
mala hora, y para perder al mundo establecieron y han reglamentado y sostenido
con mano férrea y leyes inicuas?
¿Cómo se
adora solo á Dios, cuando se buscan á gran distancia objetos propios de su
culto, que son indignos hasta de verse, y se les tributa el culto propio solo
de la Divinidad?
Díganos
ahora el satírico romanista que los Egipcios eran unos Cándidos porque les nacían
sus dioses en los huertos, ó porque adoraban en las cebollas y en los berros á
la Divinidad que en ellos se mostraba, y que aparece en todas sus obras.
El Cándido
fue ese satírico, que perteneció á la nefanda clase que hoy quiere que andemos
leguas y más leguas, para adorar lienzos viejos pintorreados por algún humano.
Adorar á
Dios en sus obras es muy natural, racional
—34—
y justo;
adorarlo en muñecos y en trapos pintados es propio solo de un idiota ó de un
impío ó hipócrita.
Algunas de
estas razones bastaron para que el Promotor fiscal del Arzobispado de Guadalajara,
que era el que esto escribe, pidiera la prohibición de las romerías al
Santuario de Atotonilco el Alto, y que su pedimento
fuera atendido, y puesto en práctica.
Los tiempos
cambian y con ellos las costumbres, empeorando estas desgraciadamente. Hoy el
Arzobispo Ibarra se gloría de las peregrinaciones al Tepeyac,
más numerosas y más inmorales que aquellas. ¡Oh témpora! ¡Oh mores!
VII
Las razones
que tengo y he expresado contra las peregrinaciones religiosas, las tuvieron y
expresaron algunos de los antiguos Padres de la Iglesia, que deberían normar la
conducta del actual Arzobispo de Puebla y de todos sus hermanos.
Yo no tengo
Patrología, porque el dinero de que he podido disponer lo he gastado en los
pobres, dignos de ser socorridos.
Una parte
de ese dinero ¡oh desgracia! la gasté en formar clérigos indignos con pocas
excepciones.
Otra parte
de ese dinero se gastó en fomentar el idolátrico culto romanista, combatiendo
yo siempre la idolatría.
¿Qué podía
hacer un hombre honrado que por la fuerza fue hecho clérigo? Me parece que
cumplí con un deber social, al gastar mi dinero en los fines de mi forzado
oficio.
Hoy siento
la mala correspondencia de los clérigos formados con mi dinero, de los fanáticos
que me odian y comieron mi pan, y maldigo la hora en que creí que Roma y los
suyos eran cristianos, y que apreciarían mis servicios y mi desprendimiento. No
tengo hoy quien me prepare mis alimentos, sino que los he de hacer yo mismo.
—35—
No tengo á
veces para auxiliar á verdaderos y honrados pobres; y maldigo y vuelvo á
maldecir la hora en que conocí á los clérigos y romanistas; pero ya es tarde, y
el mal no tiene más remedio que el sufrimiento y la paciencia. ¡Ojalá la tenga
yo!
Michaud
en su historia de las Cruzadas, al principio del libro Primero, dice lo
siguiente:
"Hacia
el fin del siglo cuarto, las peregrinaciones á Jerusalén se multiplicaban sin
cesar, y no era siempre la piedad su regla invariable; esas largas correrías
causaban á veces la relajación de la disciplina cristiana, el desarreglo ó
desorden en las costumbres; muchos doctores de la Iglesia hicieron oír su
elocuente voz, para manifestar los abusos y peligros de las peregrinaciones á
Palestina. San Gregorio de Nisa, el digno hermano de
San Basilio, fue uno de los que se levantaron más fuertemente contra los viajes
á Jerusalén. En una elocuente carta que se nos ha conservado, el Obispo de Nisa habla de los peligros que la piedad y costumbres
cristianas podían encontrar en las hospederías del camino y en las Ciudades de
Oriente; dice que la gracia divina no se da en Jerusalén de un modo más
especial que en otros países, y cita como prueba de su dicho, los crímenes de
todas clases que, según él, se cometían entonces en la ciudad santa.
Gregorio de
Nisa, queriéndose justificar de haber hecho él mismo
una peregrinación ó viaje que prohíbe á los cristianos, declara que fue á
Jerusalén por necesidad y para asistir á un concilio reunido para reformar la Iglesia
de Arabia; esa peregrinación ni aumentó ni disminuyó su fe; antes de visitar á
Belén, sabía que el hijo del hombre había nacido de una virgen; antes de haber
visto el sepulcro de Cristo, sabía que Cristo había resucitado de entre los
muertos; no había tenido necesidad de recorrer el monte de los Olivos para
creer que Jesús había ascendido al cielo. Vosotros que teméis al Señor, añadía
el santo prelado, adoradlo en cualquier lugar en que estéis; Dios vendrá á
vosotros en donde quiera
—36—
que
estéis, si le preparáis un tabernáculo digno de él.
Pero si
tenéis el corazón lleno
de perversos pensamientos,
aunque estéis en el Gólgota
en el monte
de los Olivos ó al frente del
Santo Sepulcro, estaríais sin embargo, tan lejos de Cristo como los que jamás
han profesado la fe del evangelio.
San Agustín
y San Gerónimo se esforzaron también, para moderar con sus exhortaciones, el
ardor de las peregrinaciones: el primero decía que el Señor no había mandado ir
á Oriente á buscar la justicia, ó ir á Occidente á recibir el perdón; el
segundo decía que la puerta del cielo se abría para el lejano país de los Bretones
lo mismo que para Jerusalén. Pero el sentir de los Doctores de la Iglesia, nada
podía contra el capricho apasionado de la muchedumbre ó contra el empuje
violento de la plebe; y en consecuencia ni fuerza ni voluntad ninguna de la
tierra podía cerrar á los cristianos los caminos de Jerusalén."
Me parece
que esto bastaría á cualquier ánimo racional y bien dispuesto, para reprobar é
impedir esas correrías inmorales y anticristianas que se llaman peregrinaciones.
Se trataba
en tiempo de los citados Padres de peregrinaciones á Tierra Santa, como hoy se
llama Palestina.
Se trataba
de visitar los lugares en que naciera
Cristo y su religión.
Y los
Padres citados llamaban inmorales esas correrías.
¿Qué dirían
de peregrinaciones en que no se busca a Dios sino á una pintura humana, mal
hecha, y con la agravante de decirse falsa y mentirosamente que está pintada
por los Ángeles? Saque cada cual la consecuencia sencilla que de lo dicho se
deduce, y vamos adelante.
VIII
"…preferiríamos
mil veces, dice el Ilmo. Sor. Ibarra, que esta ilustre Iglesia metropolitana de
Puebla, desapareciese del Mapa de las Diócesis de la República, antes que
alguna vez defeccionara en tributar á
—37—
la Gran
Madre de Dios, esa prueba de amor filial (la peregrinación al Tepeyac), y de su inquebrantable creencia en el
sobrenaturalismo Guadalupano."
Mayor
fárrago de desatinos no pudo reunidos en tan pocas líneas sino un Pastor de la
cueva de lobos ó viborero Pio-Latino-Americano.
El infeliz
Obispo de Chilapa es una medianía ó poco menos entre
los doctores de las academias ó universidades de México, y no habría
disparatado tanto en tan pocas líneas.
Juzgo que
si el Papa fuera cristiano, si realmente quisiera restablecer el cristianismo,
si no fuera el oro y el poder humano el fin de sus actos, debería suprimir la
Arquidiócesis de Puebla, erigida en mala hora, suspender á su actual Arzobispo
y meterlo, durante su vida, en una casa de reclusión ó en un manicomio.
Juzgo que
si el Delegado del Papa en México fuera cristiano, y quisiera ayudar á su Jefe
á restablecer todas las cosas en Cristo, y no ocuparse solo de comer, beber,
pasearse y recibir obsequios de los mejicanos, debería trabajar por los fines
expresados en mi primer juicio.
Pienso que
los Arzobispos y Obispos de México y todos los del mundo romanista deben protestar
contra las blasfemias sacrílegas estampadas en las pocas líneas que en este
párrafo trascribo del Arzobispo de Puebla.
Creo que
los creyentes romanistas ilustrados, deben escandalizarse de lo que dice el
Sor. Ibarra en lo que de su Edicto copio en este párrafo.
No es ya
Dios el único objeto absoluto de la creencia ó ciencia universal de los
habitantes de nuestro globo, ni de los infinitos que habitan los infinitos
globos del espacio infinito.
No es ya
Dios el dueño absoluto de sus obras.
No es ya
Cristo la piedra angular de la Iglesia cristiana; título que falsamente se
atribuye la iglesia ro-mana.
—38—
El objeto
de todas las creencias, el fundamento de la fe y de las diócesis es el trapo
viejo pintorreado por el indio Marcos Cipac, según el
Sor. Arzobispo de Puebla de los Ángeles, Don Ramón Ibarra y González.
He aquí á
los doctores y Maestros del viborero Pio-Latino-Americano.
IX
"…el
demonio, dice el Sor. Ibarra, comienza á hacer la guerra á las peregrinaciones
del Tepeyac."
Está
plenamente demostrado que es falsa la Aparición de la madre de Cristo en el Tepeyac.
Los que la
sostienen y propagan, ó son falsos simplemente y ciegos por completo, ó son
unos descarados mentirosos.
Combatir
esa falsa aparición y sus perniciosas consecuencias, es combatir la mentira, y
defender la verdad y los derechos de la humanidad.
Están, en
el caso, frente á frente, la verdad histórica de los que niegan la Aparición
del Tepeyac, y la mentira manifiesta perjudicial y
descarada de los que defienden esa aparición, como Don Ramón Ibarra, Arzobpo. desgraciadamente de
Puebla de los Ángeles.
"Vosotros
sois hijos del diablo"… él no permaneció en la verdad, porque no está la
verdad en él… pues es mentiroso y padre de la mentira."
Estas
palabras se atribuyen á Cristo en el
Evangelio de San Juan, Cap. VIII v. 44, y las decía á los judíos
¿Cree el Sor. Ibarra en el Evangelio de San Juan?
¿Cree el
Sor. Ibarra que Dios es la verdad y el diablo es mentiroso y padre de la mentira?
¿Cree el
Sor. Ibarra que diablo y demonio son sinónimos en el lenguaje que él usa?
Tenemos pues
que el diablo ó el demonio es quien promueve las peregrinaciones del Tepeyac, que sostienen una mentira, de que es padre el
diablo ó el demonio, según el testimonio y letra que he citado, y que creo
acepta el Sor. Ibarra.
—39—
Los que
dicen la verdad, los que niegan la aparición, los que condenamos las
peregrinaciones, estamos de parte de Dios y con Dios, y no admitimos mentira,
ni por lo mismo, somos el demonio, ni tenemos que ver con él.
Tengo el
sentimiento de decir que el Ilmo. Sor. Ibarra y los que obran como él, son los
agentes de la mentira y del demonio.
Pero más
bien juzgo que ni el Sor. Ibarra, ni el Papa, ni sus Cardenales, ni los mil
curiales que lo rodean y sirven, ni sus delegados ni los Obispos y clérigos que
lo reconocen como Jefe creen ni en Dios, ni en Cristo, ni en la misma Virgen
María, ni en sus fingidos actos y Apariciones.
Lo que
creen esos Señores todos es que «Poderoso caballero es Don dinero», y á él
buscan y á él quieren; así como el poder é influencia humana que sirven mucho
en esta vida.
Dios,
Cristo, las apariciones, los milagros y los Santos, sirven solo como medio de
conseguir esos preciados fines: dinero y poder humano.
X
«Esos
obsequios espirituales, dice el Sor. Ibarra, podréis mandarlos á Nuestra
Secretaría de Cámara y Gobierno, al terminar el mes de Enero próximo»…
Aquí sí que
no entiendo ni jota de lo que dice el Ilmo. Sor. Ibarra.
No soy muy
inteligente y sufro algo de mal de piedra en el cerebro, pero creo que ni el
espíritu más privilegiado puede entender que se manden á una Secretaría
¡obsequios espirituales!
Comprendo
que se trata de que los fieles creyentes manden algo, y de recibir ese algo en la Secretaría del Sor.
Ibarra, pero no entiendo como ese algo
pueda ser espiritual.
Tal vez el
Ilmo. Sor. Ibarra nos muestra con esto que él, sus clérigos y sus fieles son
ángeles; y tomando
—40—
la causa
por el efecto, llama espiritual el oro, la plata y otras cosas que sus
creyentes manden á su Secretaría.
Tal vez se
propuso Su Señoria Ilma. declarar
que todos los actos de sus creyentes son angélicos, y que el sexo, el alcohol y
demás ligerezas son actos espirituales.
En este
último supuesto están por demás las censuras de los Padres de la Iglesia, y las
mías contra las peregrinaciones diocesanas de Puebla.
De lo dicho
deduzcan los que mis escritos leyeren lo que les parezca más conforme á la
razón; y dispénsenme de decirlo yo, que termino aquí estos ecos, para continuarlos
cuando otros repercutan en los muros de este retiro.
C. Victoria, Enero 2 de 1906.
EDUARDO SÁNCHEZ
CAMACHO.
[Propietario del libro: Ilmo. Sr. Dr. Don
Rafael Camacho Leon. Gto.][1]
[1] Para regresar al tema
principal: http://fdocc.ucoz.com/6/chema_arreola.htm , otra obra de Eduardo Sánchez
Camacho es, su carta de 1896: http://fdocc.ucoz.com/6/eduardo_sanchez_camacho_carta.htm