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"EL EVANGELIO DEL REINO" Y OTROS "EVANGELIOS".

 

    Acerca del significado de la palabra traducida como "Evangelio" no queda duda alguna; mientras que el origen y significado exacto de la palabra en inglés (o en cualquier otro idioma) no tienen la menor importancia.

  La palabra griega evangelion significa buenas noticias, buenas nuevas; y estas buenas nuevas que pudieran referirse a varios y diferentes asuntos, han de ser diferenciadas. Ver Fil. 1: 10, nota. Se tiene, primero:-

I  - "EL EVANGELIO ETERNO" (o BUENAS NOTICIAS).

    Éste fue proclamado desde el principio, v.gr., después de la Caída, y fue proclamado a hombres como hombres, por Dios, el Creador, a Sus creaturas. Su mensaje era que el Creador era el único que sería respetado y adorado, y los hombres no deberían de tener ningunos otros dioses aparte de Él. Él es el Único santo y justo, y Él era, y es, y será el único y final Juez de los hombres. Dios proclamó esto desde el principio, y entre sus heraldos estaban Enoc, "el séptimo desde Adán", quién proclamó Su venida para este juicio de los impíos (Judas 14, 15); y Noé, un heraldo de justicia y del juicio venidero (Heb. 11: 7 y 2 Pe. 2: 5).

    Cuando el "supremo llamamiento" haya sido dado (Fil. 3: 14), y cuando los "transgresores hayan llegado al extremo" (Dn. 8: 23), y antes de que el Reino sea establecido en gloria, este Evangelio (o buenas noticias) será proclamado de nuevo (Ap. 14: 6). Éste es "eterno", y los hombres, como tales, serán llamados para "Temer a Dios, y darle gloria a Él; porque la hora de Su juicio se aproxima: y adoren a Él que hizo cielo, y tierra", etc. (Ap. 14: 7).

    Este es el Evangelio proclamado por el Creador a Sus creaturas pecadoras después de la Caída; y será proclamado de nuevo al final. Por lo tanto su nombre "eterno". Luego sigue: -

 II. EL EVANGELIO (o BUENAS NOTICIAS) DEL REINO.

    A Abraham y a su simiente le fueron declaradas las buenas noticias, y la promesa dada de que Dios haría de él una nación en la que todas las familias de la tierra serían bendecidas (Gén. 12: 1-3). Estas buenas noticias fueron gradualmente expandidas y desarrolladas.

    En Gén. 15: 4 el heredero fue anunciado, y este heredero habría de ser el Mesías (Gál. 3: 16).

    En Gén. 15: 8-21 la herencia fue asegurada por una promesa incondicional (no por un pacto entre dos interesados, uno de los cuales podría romperlo, Gál, 3: 18-20). Esa herencia era (y está aún por cumplirse) "la Tierra Santa", "Tu tierra, oh Emanuel" (Is. 8: 8), Emanuel mismo siendo el Gobernador (Is. 9: 6, 7), y "el celo de Jehovah de los ejércitos" su seguridad.

    En 2 Sam. 7 el trono le fue asegurado a David y a su descendencia por otra promesa incondicional, y a su debido tiempo el Mesías vino a los suyos (Jn. 1: 11).

    Estas "buenas noticias" fueron primeramente anunciadas por ángeles enviados especialmente del cielo; y los términos exactos de la proclamación se han registrado. El ángel de Jehovah habló de la gloria de Jehovah, y dijo:- "He aquí, yo traigo buenas noticias del gran júbilo, que será para todas las gentes. Porque a ti te ha nacido hoy, en la ciudad de David, un SALVADOR, que es CRISTO, El SEÑOR."

    Así, las buenas noticias se referían a una Persona, Quien "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1: 21): el Salvador a quien Dios había ungido (el Mesías), designado, entregado, y enviado. [En este punto ver y notar el objeto y tema del ministerio de Cristo como se expone en el Apéndice 119].

    En la proclamación de este Reino el Señor enseñó en parábolas; porque había "misterios" (v.gr., secretos) que tenían que ver con el rechazo, y consiguiente postergación y suspensión del Reino, el cual no podía ser dado a conocer abiertamente, sino solamente en privado ("en la casa", Mt. 13: 36).

    Había sido previsto, y por tanto predicho, que Su Pueblo no le recibiría, y lo rechazaría (Is. 53, etc.) y lo mataría. Esto no afectaría el cumplimiento de todas las glorias prometidas relacionadas con el Reino. Ver Lc. 24: 26: "¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?". Compare Hch. 3: 18; 17: 3.

    Ciertamente, Cristo había sido condenado a muerte; pero Dios le había jurado a David, que del fruto de sus lomos, conforme a la carne, Él levantaría al Cristo para que se sentara en Su Trono (Hch. 2: 30). Esto ahora estaba consumado: por lo tanto la proclamación del Reino y del Rey (ya que no puede existir el uno sin el otro) fue formalmente hecha por Pedro en Hechos 3: 18-26.

    Esta proclamación la hizo Pedro y los Doce en la capital de la Tierra (conforme  con Mt. 22: 1-7), y por Pablo a través de las sinagogas de la Dispersión, hasta que todo llegó a su crisis en Roma (la capital de la Dispersión). Pablo y aquellos que escucharon al Señor, "confirmaron lo que al principio comenzó a ser anunciada por el Señor". Ellos no fueron más allá de ello mediante el alterar sus términos; y Dios dio "testimonio mediante señales y prodigios, y diversos milagros, y dones espirituales" (Heb. 2: 1-4).

    En Hechos 28 esto fue llevado a una conclusión debido al formal rechazo por parte de "los principales de los judíos" (Hch. 28: 17-20), y de éstos, no pocos, sino "muchos" (v. 23); y, después de una discusión, que duro todo el día, la proclamación finalmente fue rechazada; y, conforme a la profecía de la ceguera de Israel (Is. 6: 9, 10) que había sido citada por tercera y última vez, la dispensación de la proclamación de "el Evangelio (o buenas noticias) del Reino" cesó, y ahora se encuentra, por lo tanto, suspendido, porque "AHORA, AÚN NO vemos que todas las cosas sean puestas debajo de él" (Heb. 2: 8).

    Todos estos "misterios" (o secretos) referentes al posponer y suspender del Reino fueron hablados "en parábolas", "porque (el Señor dijo), a vosotros os es dado (a los discípulos) el conocer los misterios del reino de los cielos; mas a ellos (el Pueblo) no les ha sido dado" (Mt. 13: 11); explicando luego su acción mediante el citar (por primera vez) la profecía de la ceguera de Israel (Is. 6: 9, 10).1

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1. La segunda vez se encuentra en Jn. 12: 37-41.

 

No había nada en la profecía del Antiguo Testamento que dijera lo que el Señor revelaba en éstas Parábolas del Reino: cómo sería rechazado, y hasta donde llegaría el Pueblo en el rechazo del Rey; qué pasaría como consecuencia; cómo un segundo ofrecimiento sería proclamado, y cómo este también sería rechazado; y qué nueva revelación seria hecha en consecuencia.

    Todo esto estaba se escondido en las parábolas habladas por el Señor, pero revelado a los discípulos, y escrito para nuestro aprendizaje (Mt. 13: 16, 36, 51, 52. Lc. 24: 26, 27, 44-46. Hch. 1: 3, 6, 7). Cualquier interpretación que procede de otras líneas solamente puede terminar en una ceguera igual a la que cayó sobre la nación judía. Esta interpretación de ninguna manera anulará, o disminuirá, el valor de semejante aplicación que podemos hacer para nosotros, entre tanto que tal aplicación no ignore la revelación específica hecha posteriormente en las Epístolas de Prisión en cumplimiento de la promesa del Señor en Jn. 16: 12-15.

    Las siguientes parábolas dan la proclamación del Evangelio del Reino, desde varios puntos de vista:-

1. LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR (Mt. 13: 3-32).

    Ésta, la primera parábola, cubre todo el terreno.

    La "semilla" era "la palabra (concerniente) al Reino". Cuando fue repetida posteriormente (Lc. 8: 5-15), la esfera es extendida y ensanchada, y es menos local y exclusiva. Esto es mediante su aplicación.

    La Primera Siembra se hizo "junto a" el borde del camino. Esta debió de haber sido la proclamación de Juan el Bautista (Mt. 3. Mr. 1: 1-1. Lc. 3: 1-18. Jn. 1: 6-36). Esta se hacía "junto al borde del camino", y la oposición del malvado es mostrada en las aves de mal agüero (como en el caso del árbol de mostaza, vv. 31, 32). Por lo tanto la semilla fue "devorada" y la palabra “no fue entendida" (vv. 4, 19).

    La Segunda Siembra fue por Cristo Mismo (Mt. 4: 17), los Doce (Mt. 10: 7), y los Setenta (Lc. 10: 1-20). Esta siembra se hizo sobre el suelo pedregoso, y fue recibida "con gozo" (Mt. 13: 20; ver Mr. 6: 20, y 12: 37. Lc. 4: 22). Ésta resultó infructuosa (Mr. 4: 16, 17).

    La Tercera Siembra fue por Pedro y los Doce, y "por aquellos que lo habían escuchado" (al hijo, Heb. 2: 3) durante la Dispensación de los Hechos. Se llevó a cabo "entre espinos". Pedro proclamó el Reino (Hch. 3: 18-26), y repitió el llamamiento a un arrepentimiento nacional, que era la condición permanente para la bendición nacional. Pero la semilla fue ahogada. Los "miles de judíos" que inicialmente "recibieron la palabra", continuaron "todos con gran celo por la ley" (Hch. 21: 20. Gál. 3: 1-5, 10-13; 4: 9; 5: 1-4). Esta siembra llegó a una crisis en Hch. 28, cuando el Reino fue rechazado, y desde entonces está suspendido. Ver Apéndices 112, 113, y 114.

    La Cuarta Siembra es en el futuro. Será la proclamación final de "el Evangelio del Reino", precediendo inmediatamente y durante la Tribulación (Mt. 24: 14). Ceguera ha "prevalecido en Israel", pero es solamente "en parte" (Rom. 11: 25). El "hasta cuando" de Is. 6: 11 finalmente se verá. Esta siembra solamente será de corta duración, como lo fueron las otras tres, y numerada por "días" (Dn. 12: 13. Mt. 24: 22. Lc. 17: 26). Habrá una manifestación especial de la presencia y del poder del Señor (Mt. 28: 20), al final (sunteleia) de esta era; y cuando esta siembra termine, el final (telos) vendrá (Mt. 24: 13, 14), referente a la cual los discípulos habían preguntado en el versículo 3.

2. LA PARABOLA DE LA FIESTA DE MATRIMONIO. (Mt. 22: 1-14).

    Los criados enviados primero eran Juan el Bautista, los Doce, y lo Setenta, y éstos fueron enviados a aquellos que habían sido previamente convidados. Pero "éstos no quisieron venir".

    Los "otros siervos" que fueron enviados a continuación eran Pedro, los Doce, y "aquellos que le oyeron" (Heb. 2: 3, 4) durante la dispensación de Hechos, como se anticipaba en el versículo 4.

    Ellos proclamaron que "todas las cosas estaban listas". Ahora nada hacía falta. Los "sufrimientos" habían sido consumados y la gloria estaba lista para ser revelada (Lc. 24: 26, 46. Hch. 3: 18. 1 Pe. 1:5). Por lo tanto, "Arrepentíos", etc. (Hch. 2: 38, 39; 3: 19).

    Pero en vez de se arrepentirse "tomaron a sus siervos, los afrentaron, y los mataron" (Mt. 22: 5, 6). A unos los pusieron en la cárcel (Hch. 4: 3; 5: 18; 8: 3; 9: 1, 13, 21); y apedrearon (Hch. 7: 59); a otros "mataron a espada" (Hch. 12: 2). Esto muestra que esa dispensación no pudo haber terminado con el apedreamiento de Esteban en Hechos 7, porque Santiago fue asesinado después de eso; y otras persecuciones continuaron hasta el final (Hch. 28: 17).

    "Pero el Rey se enfureció; y envió sus ejércitos, y destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad" (Mt. 22: 7). El Templo fue quemado, y la nación se dispersó.

    Los últimos criados enviados irán "por las avenidas" del mundo. Aquí tenemos, de nuevo, una referencia a la aún futura proclamación del "Evangelio del Reino".

    Ahora, esta fiesta matrimonial se ha pospuesto; y todas las invitaciones a esta están suspendidas. Su futuro cumplimiento aún está por suceder. Esto se refiere en Mt. 24: 14, y se demuestra en el Ap. 19: 6-9, en donde tenemos la misma palabra en versículo 9 que en Mt. 22: 2.

3. "LA GRAN CENA" (Lc. 14: 15-24).

    Esto se habló en inmediata conexión con la bendición de comer pan en el Reino de Dios.

    De nuevo tenemos los Cuatro Ministerios, como en las parábolas anteriores.

    La cena fue organizada por "cierto hombre", y muchos fueron convidados. Esta invitación era el ministerio de Juan el Bautista. Se presenta como una simple declaración de un hecho pasado y consumado. Este fue el Primer Ministerio (v. 16).

    La Segunda invitación fue enviada a aquellos que ya habían sido convidados por Juan. Fue enviada por "Su Siervo", quien no era otro que el Señor Jesús mismo. Su Ministerio se expresa en una oración: "Ven; porque todas las cosas ya están preparadas" (v. 17). Fue enviado "a la hora de la cena", conforme a la costumbre oriental. Pero todos ellos a una comenzaron a poner excusas (vv. 18-20).

    La Tercera Invitación fue enviada, no a aquellos que ya habían sido convidados, sino a otra clase totalmente diferente. Fue enviada por "El Señor de la Casa", quien tiene el perfecto derecho y autoridad de invitar a quién él desee. El envió "pronto": v.gr., muy pronto después del regreso del segundo criado; y "en las calles y las plazas de la ciudad". Éste era el ministerio de Pedro, de los Doce, y de Pablo.

    La Cuarta Invitación es aún futura, como se muestra en las otras parábolas. Será enviada por "El Señor" (v. 23), por él quien tiene todo poder en cielo y tierra (Mt. 28: 18-20). Éste será un ministerio de compulsión, efectuado en los "caminos y vallados" de todo el mundo; y será eficaz como la última en los casos precedentes. Todas, por turno, reciben la llamada, pero es la última desde la que "escuchan y comprenden" (Mt. 13: 23); que "escuchan y reciben" (Mr. 4: 20); la que "escucha y guarda" (Lc. 8: 15); y quien "produce fruto". Para esto, sabiduría especial y entendimiento son necesarios, como se predijo en Dn. 11: 33; 12: 3, 10.

    Así, la presente dispensación (desde la destrucción de Jerusalén y la dispersión de Israel, que sucedió poco después de Hechos 28), no tiene nada que ver con el Reino, y la proclamación de las buenas noticias conectadas con él han sido pospuestas y suspendidas. Mientras tanto, y durante esta dispensación, tenemos:-

III. "EL EVANGELIO (o BUENAS NUEVAS) DE DIOS".

    Este es el Evangelio al que Pablo el apóstol fue separado (Rom. 1: 1), y es suplementario a "el Evangelio del Reino", del que era otro aspecto.

    "El Evangelio del Reino" fue primeramente proclamado por Juan el Bautista y por el Señor. Pero ambos fueron rechazados y condenados a muerte.

    Sin embargo, el Señor, fue resucitado de entre los muertos, y el Evangelio de Dios tiene que ver con un Mesías resucitado. Caracteriza el ministerio de los Hechos en vez de aquel de los Evangelios; especialmente la participación de Pablo en él.

    El Evangelio de un Mesías resucitado, re-proclamando que vendría de nuevo y restauraría todas las cosas, era el peso de la proclamación apostólica durante la dispensación de los Hechos. Ver Hch. 2: 23-36; 3: 12-18; 4: 2, 10-12.

    "Con grande poder daban los Apóstoles testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos" (Hch. 4: 33). También 5: 29-32; 10: 34-43; 13: 23-39.

    Esta también era la carga de la proclamación de Pablo, como podemos ver de Hch. 17: 1-3, 7. Él proclamó a "Jesús, y la resurrección" (vv. 18, 31, 32). Es cierto, fue la proclamación del Reino, y, en su más amplio aspecto "El Reino de Dios" (14: 22; 19: 8); por que fue Él Quien había levantado a Cristo de entre los muertos, y la proclamación estaba siendo enviada por Dios mismo. Eran sus especiales buenas nuevas. Eran de Su propio oficio y voluntad. Y era todo de gracia. Si "los Suyos" aún ahora hubieran recibido al Mesías, Él hubiera enviado “a Jesucristo” (Hch. 3: 20).

    A pesar de todos sus pecados, y de su crimen atroz al asesinar a Su hijo amado, Él ocultaría todos sus pecados y cumpliría todas Sus promesas. Ciertamente, éste era en verdad:-

IV. "EL EVANGELIO (o BUENAS NUEVAS) DE LA GRACIA DE DIOS".

    Es por esto, en el orden canónico de los libros del Nuevo Testamento, el invalidar de Dios es visto en el hecho de que el primer escrito que nos viene después del doble rechazo de su Hijo (en los Evangelios y en los Hechos) es la palabra y las buenas noticias de Su gracia en Rom. 1: 1. A pesar de que tanto que consideremos a la imperdonable naturaleza del crimen de Israel, las primeras palabras escritas que nuestros ojos encuentran son estas:-

    "Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser Apóstol (o, un Apóstol por llamamiento Divino), apartado para el Evangelio (o buenas nuevas) de Dios, que Él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras, acerca de Su hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado [siendo] hijo de Dios con poder, según el [su] Espíritu de Santidad [cuerpo espiritual, 1 Cor. 15: 45], por la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor, por quien recibimos la gracia, sí, la gracia apostólica, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre (o para su gloria); entre las cuales estáis también vosotros, [los] llamados de Jesucristo" (Rom. 1: 1-6).

    Aquí tenemos la suma y la sustancia de las buenas nuevas de la gracia de Dios.

    No era nuevo. Había sido prometido desde antes y escrito por Sus profetas. Los sufrimientos, la muerte y resurrección y gloria, todo había sido predicho. Pero ahora "Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos Sus profetas, que Su Cristo había de padecer. ASÍ QUE, arrepentíos, y convertíos, para que vuestros pecados os sean borrados, de forma que [por gracia] vengan de la presencia (o cara) del Señor, y [que] Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; (o, de acuerdo con todos los textos críticos, "fue previamente ordenado") para ustedes, el mismo Jesucristo" (Hch. 3: 18-20).

    Así, "el Evangelio de Dios" estaba basado en las profecías del Antiguo Testamento, y era el desarrollo lógico de ellas.

    Es en esto que se distingue de aquello que no había sido revelado por los profetas en los versículos finales de Romanos. Esa Epístola comienza con lo que ya había sido escrito en las Escrituras; y termina con lo que nunca había sido escrito hasta "ahora", cuando el SECRETO que había sido mantenido en silencio desde los tiempos eternos, o durante [los] tiempos de [las] edades entonces había sido hecho plenamente manifiesto (Rom. 16: 25, 26. Ef. 3: 1-12. Col. 1: 26-28). (Ver Apéndice 192).

    El tiempo había llegado para que este secreto fuera revelado, y fuera entregado a los escritos proféticos. Esta revelación está contenida en las tres Epístolas escritas por Pablo desde su prisión en Roma, a los Efesios, Filipenses, y Colosenses.

    Por lo tanto, "el Evangelio del Reino" era la proclamación por y concerniente al Mesías hecha por Juan el Bautista y por el Mesías mismo, y es el tema de los cuatro Evangelios.

    "El Evangelio de Dios" es la proclamación referente al mismo Mesías, hecha por los Doce, por el apóstol Pablo, y por "aquellos que oyeron" al Señor, durante la dispensación de los Hechos de los Apóstoles, y es el tema de su testimonio y de sus escritos y de las primeras Epístolas de Pablo. Viendo que eran buenas nuevas enviadas después de la resurrección de Cristo, es todo por pura gracia y favor, y por lo tanto es "el Evangelio de la Gracia de Dios".

V. EL EVANGELIO (o BUENAS NOTICIAS) DE LA GLORIA DE CRISTO (2 Cor. 4: 4).

    Esto se relaciona con la exaltación de Cristo como Cabeza por sobre todas cosas de su Iglesia, la que es su cuerpo, que se desarrolla y revela más plenamente en las Epístolas de la Prisión (Ef. 1: 21-23. Fil. 2: 9-11. Col. 1: 14-19). No solamente implica la gloria actual del Mesías, sino que también incluye la derrota final de Satanás, el aplastar su cabeza, y la subyugación de todos los seres espirituales, sean ellos poderes, principados, autoridades, dominios, o tronos, etc.

    Por lo tanto, es el gran propósito de Satanás ahora, en el tiempo presente, el cegar los ojos de los incrédulos, para que no sepan de su próxima derrota, como se predijo en Gén. 3: 15, y se ve que será cumplido en Ap. 20 (ver 2 Cor. 4: 4).

    Sabiendo su objetivo, y "no ignorando sus estratagemas", también sabemos lo que ha de ser nuestro propio objeto: viz. (videlicet), el dar a conocer éstas buenas nuevas que él trata de esconder; y proclamando "el Evangelio de la gloria de Cristo".

 

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